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La misión de evaluación de la Unesco visitó hoy los ayuntamientos del interior

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En el segundo día de evaluación internacional de nuestro proyecto ha tocado recorrer los ayuntamientos del interior: San Sadurniño, Moeche y Cerdido. El británico Chris Woodley-Stewart y el uruguayo César Goso mantuvieron a lo largo de la jornada varios encuentros con entidades del territorio alternados con visitas a lugares destacados por su geología, por su paisaje, por su patrimonio o por tratarse de iniciativas de desarrollo local, con el objetivo de pulsar el grado de cumplimiento de los requisitos establecidos por la Unesco para entrar en la red internacional de geoparques.

La primera parada de la mañana se hizo en San Sadurniño, concretamente en el vértice geodésico de Racamonde, en Naraío, donde el Ayuntamiento ha construído recientemente un pequeño espacio de interpretación al aire libre que permite divisar casi la totalidad del ámbito del proyecto de geoparque, además estar integrado en la zona granítica del Forgoselo y su litología totalmente diferente a la del resto del territorio aspirante al distintivo Unesco.

En ese punto los auditores comentaron como posibles de mejoras cosas tan sencillas como bajar la altura del panel principal que está situado en el acceso principal o incorporar información más detallada sobre los fenómenos que se observan en el Forgoselo, como por ejemplo los tafoni (las oquedades que se ven en las rocas producidas por la acción erosiva y química de la lluvia durante milenios), los bolos, las piedras caballeras y las turberas, que son los principales elementos de identidad de esa parte de la banda sur del proyecto.

Desde allí la expedición, guiada por Fran Canosa, Secundino García y José Miguel Alonso Pumar -en compañía de los geólogos de la Complutense Ricardo Arenas y Sonia Sánchez-, bajó al castillo de Naraío para mostrarles a los evaluadores la fortaleza y presentarles el trabajo de la Asociación Vecinal O Castelo de Narahío, una de las que lleva más tiempo dándole difusión al proyecto, en el que próximamente se integrará como “Entidad Amiga”.

César Galdo -secretario de O Castelo de Narahío- comentó algo de la historia del lugar que le da nombre a la entidad, señalando que la cesión de la edificación por parte de la Casa de Alba -que abriría luego la posibilidad de hacer intervenciones de conservación-, había sido resultado de la demanda social con apoyo del Ayuntamiento. La asociación también les trasladó a los auditores que, para ella, uno de los grandes beneficios de llegar a ser geoparque sería el de pertenecer a un ámbito territorial más amplio y con intereses comunes que fomente la relación entre colectivos y el desarrollo de proyectos conjuntos.

Tras una pequeña visita al área de descanso de Igrexafeita -lugar en el que a Goso y a Woodley-Stewart les llamó la atención el hórreo que hay allí instalado, recomendando incluso recoger en los paneles información sobre él-, la misión evaluadora se trasladó a la casa consistorial para mantener un encuentro con colectivos y empresas relacionadas de una forma u otra con el desarrollo local y sociocultural.

Fue el caso del proyecto Chanfaina Lab encabezado por el académico Manolo González, de las artesanas de las Tres Lolas da Cascarilla -que hacen muñecas con hojas de maíz-, de la Asociación Agroecolóxica A Cortiña -presidida por Xosé María García-, de la firma de galletas ecológicas Maruxas de Nata -a la reunión vino su responsable, Sandra Suárez- y de la Asociación de la Froita Autóctona do Eume, de la que es miembro el concejal de Desarrollo local Manolo Varela, quien aprovechó para explicar el contenido de la huerta de conservación de frutales Carlos Fornos y del Arboreto da Cortiña, que reproduce todos los tipos de bosque gallegos, además de ser espacio de ocio que acoge ferias y otros eventos.

En el entorno del Ayntamiento, justo antes de abandonar San Sadurniño, los evaluadores también pudieron apreciar los usos de la serpentina (el toelo) como roca ornamental muy empleada en las construcciones más antiguas en dinteles, escaleras, cruceros e incluso como artesas para salar y conservar los productos de la matanza.

Moeche y Cerdido

El equipo evaluador de la Unesco inició su recorrido por Moeche en Mina Piquito II. Acompañados por la alcaldesa, Beatriz Bascoy, por Fran Canosa y por los profesores de geología de la UCM, César Goso y Chris Woodley-Stewart accedieron a las galerías de la antigua explotación de material rico en cobre, que se mantuvo abierta hasta casi los años 70 del siglo pasado. En el interior atendieron a las explicaciones de Canosa sobre las vetas con presencia de este elemento, originadas hace millones de años por los materiales emanados a más de 300 grados centígrados por fumarolas volcánicas submarinas.

Sin embargo, además de las explicaciones técnicas del geólogo, los evaluadores también pudieron conocer el trabajo en la mina cuando estaba abierta, gracias a la memoria de nuestro vecino Gerardo Dopico -Gerardo de la Ribeira-, de 76 años, que también participó en la ruta y que entró a trabajar en la explotación a los 15 años, primero en el lavado del mineral y luego en la propia Mina Piquito II -también conocida cómo Mina Santa Marta-, antes de emigrar a Francia.

Tras más de medio siglo abandonada, hoy la mina es un espectacular espeleotema de estalactitas y estalagmitas azules y marrones, además de mostrar acumulaciones de yeso y azufre que parecen de otro planeta. Por este motivo, Mina Piquito está propuesta para entrar en el catálogo de nuevos Geosites -lugares de una gran relevancia geológica- del IGME y es uno de los principales referentes geológicos del proyecto de geoparque.

Esta visita fue la última parada de la mañana del lunes y, después del paréntesis para almorzar en el restaurante Delfino, la misión retomó la evaluación acercándose al Centro de Transformación Agroalimentaria A Fusquenlla. Allí esperaban Iria Pena, de la Ganadería Ecológica Lavandeira, Virtudes Méndez, de la quesería Lácteos Moeche e Isita Fernández Durán, del GDR Seitura 22, entidad gestora de fondos europeos de desarrollo rural que financió la compra de equipamiento, mientras que la Deputación de A Coruña cubrió el 80% del coste de las obras.

Los guías fueron en este caso Beatriz Bascoy, el concejal de San Sadurniño Manolo Varela y la veterinaria Pilar García, formadora del centro, quienes explicaron tanto el diseño de las instalaciones como el tipo de producto elaborado en los dos primeros cursos que se han organizado en ellas, principalmente zumos y conservas de fruta y huerta, en espera de que entre en funcionamiento la línea dedicada a la miel. A Fusquenlla es un proyecto integrado en la red provincial de espacios colaborativos y está promovida por los ayuntamientos de Cerdido, Moeche, San Sadurniño y Valdoviño, los cuatro integrantes también del Proyecto de Geoparque del Cabo Ortegal. Antes de finalizar la visita se ofreció una degustación a base de queso ecológico de Lácteos Moeche, zumo de manzana y distintas compotas en conserva.

Desde A Fusquenlla, situada en el recinto ferial de San Ramón, la misión de evaluación bajó al fondo de Moeche para visitar el castillo, que próximamente acogerá un centro de interpretación del proyecto de geoparque. Allí, tras acercarse a la escultura dedicada a la cantera Soledad Campos (hecha en toelo o piedra de Moeche) y después de una breve introducción a la historia de la fortaleza por parte del técnico de Turismo, Ramón Carballeira, visitaron la exposición de objetos en madera del ebanista local José Fernández y, a continuación, hubo un encuentro con entidades vecinales y culturales del municipio. De hecho, en este momento ya son ocho los colectivos locales que forman parte del proyecto como “Entidades Amigas”, mientras que otros tres formalizarán próximamente su adhesión.

En la reunión participaron Xaquín Ros (AVV Val de Moeche), Eva Quetti (AVV Labacengos), Vanessa López (AVV Balocos), Alexandre Campos (AC Irmandiños). También asistió Mari Luz Umia, de Alalá Turismo, que es una empresa local centrada en las experiencias culturales que además también ha previsto entrar dentro de poco en la actividad de los alojamientos turísticos.

Woodley-Stewart y Goso les preguntaron, entre otras cosas, como consideraban que la figura de un geoparque podría ayudar al territorio. Una cuestión para la que hubo respuesta unánime, en el sentido de que esta figura de la Unesco daría a conocer la zona de cara al turismo internacional, abriría oportunidades para colaborar entre entidades y fomentaría un desarrollo sostenible en todo el ámbito de los siete ayuntamientos promotores. Como recuerdo de su paso por Moeche, los auditores internacionales se llevaron de regalo camisetas y carteles del Festival Irmandiño, además de quesos y productos de A Fusquenlla.

El final de esta intensa jornada se produjo en Cerdido para comentar el pasado minero del cobre compartido con Moeche. Allí se visitó la chimenea de As Cabanas, que data de finales del siglo XIX, como vestigio del sistema por calcinación empleado para obtener el metal hasta que se impuso el sistema de flotación con productos químicos -entre ellos el cianuro-, mucho más rentable y también peligroso y contaminante, tal y como quedó demostrado en el vertido que se produjo al río Xubia en los años 60 por la rotura de una de las balsas de Mina Piquito, lo que supuso un desastre ecológico similar, aunque a menor escala, al ocurrido en la mina sevillana de Aznalcóllar en 1998.

En Cerdido, en compañía del regidor municipal Benigno Galego, Chris Woodley-Stewart y César Goso finalizaron la ronda acercándose a los campos de arándanos de Horticina, donde los atendió su responsable, Miguel Mato.

La difusión de ésta información se enmarca en el convenio de cofinanciación del proyecto firmado entre la Deputación de A Coruña y la Asociación para la Gestión del Geoparque del Cabo Ortegal.

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